4.7.16

La Heredera: Capitulo 1

Me desperté esa mañana con el cantar de los pájaros fuera de mi ventana, un sentimiento extraño recorrió mi cuerpo, no fue un sentimiento de alerta, fue más bien un sentimiento de reconocimiento, algo dentro de mí se removió y se negaba a dejarme en paz pero no lograba descifrar de que se trataba.

Doy vueltas en la cama tratando de reunir fuerza suficiente para levantarme y afrontar mi último día de trabajo, pese a que amaba trabajar en la cafetería de la Señora Jones durante las vacaciones, simplemente no podía conjugar el trabajo con la universidad, y menos ahora que estoy por graduarme y necesito averiguar qué haré con mi vida porque aceptémoslo, no soy una chica de excelencia académica, difícilmente he sacado adelante algunas materias y ¿ahora necesito sacar adelante mi vida?, ¿De verdad? Pareciera ser una broma.

- ¡Eyre! Mueve tu flojo trasero de la cama ahora o vas a llegar tarde – grito mi compañera de departamento desde la cocina, Katlyn era tan solo 2 años mayor que yo pero creía que debía cuidar de mí, lo agradezco, de verdad, solo me gustaría que no fuera tan gritona, sobre todo porque nunca he llegado tarde a ningún lado.

No me molesto en contestar. Me dirijo a la ducha y casi me voy de espaldas al ver mi reflejo, nunca he sido demasiado bonita pero hoy definitivamente no es mi mejor día, mi piel se ve pálida, casi amarilla y tengo unas ojeras tan enormes que parezco un mapache, hago un repaso mental de la noche anterior; llegue a casa a las 10 pm, vi una de esas tontas películas de vampiros enamorados que Katlyn ama y entonces subí a mi habitación a contarle mi día a mi mamá por teléfono, no pude haberme dormido tan tarde ¿A qué se debía el monstruo en mi espejo entonces?.

Me deshice de mi pijama y me metí a la ducha, el agua estaba inusualmente helada considerando que el clima era cálido usualmente por las mañanas, tome una botella de shampoo del estante y comencé a lavar mi cabello, el olor a trigo y miel de la pequeña botella dorada inundo mis fosas nasales y me hizo recordar cuando mamá me metía a la ducha luego de jugar todo el día en el bosque, me pongo nostálgica recordando mi infancia, recuerdo las galletas de avena y manzana de la abuela Georgia, recuerdo a Sean mi mejor amigo del colegio y recuerdo aquellas tardes recolectando flores en el bosque para plantarlas en el jardín de mi abu, siento una agitación dentro de mí, se siente incómodo y de pronto quiero llorar, -Maldito síndrome premenstrual- Me digo a mi misma mientras me abofeteo internamente y termino mi ducha, recomponiéndome en el proceso.

***
30 minutos más tarde me encuentro en la cafetería, soy siempre la encargada de abrir por lo que estoy sola hasta que los demás se dignen en aparecer, me pregunto quién abrirá ahora que no este, la señora Jones es muy vieja para levantar la pesada cortina de metal, supongo que contratará más personal para mantener a flote la cafetería.

Pongo un poco de café y preparó la masa de los pastelillos mientras tarareo la canción “Yellow” de Coldplay, cuando escucho la campanilla de la puerta sonar doy por hecho que llego Meghan y subo el volumen a la canción, sé que le encanta y tratando de animar este día me pongo a cantar a todo pulmón, -  your skiiiin oh yeah your skin and bones, turn iiinto in something beautiful… ¡Vamos canta conmigo! – grito mientras pongo la charola de los pastelillos en el horno.

- Lo siento, no me sé esa canción ¿Por qué no pruebas con otra? – Dice una voz masculina desde el mostrador de la cafetería, pauso rápidamente la música y trato de mantener la compostura aunque no tengo idea de cómo darle la cara al pobre cliente que tuvo que escucharme cantar tan desafinada, seguro debe estar considerando llamar al manicomio y preguntar si se escapó una paciente. Haciendo mi mayor esfuerzo por parecer formal e imperturbable me dirijo al mostrador.

-Lo lamento mucho por eso, creí que era mi compañera quien llegaba, nunca hay clientes tan temprano, ¿Qué puedo ofrecerle? – Digo mientras doy vuelta y observo al chico cuyos oídos torture, se ve más o menos de mi edad, alto, se ve delgado pero definitivamente se nota que dedica tiempo a ejercitarse, ojos tan grises como el plomo o como el cielo antes de llover y un sedoso cabello castaño oscuro que me hace odiarlo por tener mejor cabello que yo, me encuentro analizando sus rasgos más sobresalientes cuando su voz me saca de mi transe…

- Ya me ofreciste un dueto musical, estoy preguntándome que otra clase de servicios ofrece una chica como tú – Dijo con una sonrisa burlona dándome a entender otra cosa, un chico con su apariencia solo podría ser un problema y eso lo acababa de dejar en claro, no dispuesta a seguirle el juego le pase una copia del menú, - Tenemos todo excepto pastelillos de chocolate, le recomiendo las galletas de almendra – el tipo ni siquiera se preocupó por aparentar que leía el menú y no me quitaba los ojos de encima, poniéndome cada vez más incómoda.

- Galletas de almendra quiero entonces, y quiero un frappe, el que más te guste – dijo luego de unos tortuosos segundos, le di un asentimiento y volví a la cocina a prepararle su pedido, por unos segundos considere escupirle a su frappe pero no podría vivir con ese cargo de conciencia.

- ¿No vas a preguntarme mi nombre? – Grito a través del ruido de la licuadora, ¿Qué le sucedía a este tipo? aumente la velocidad de la licuadora y fingí no escucharlo, funciono porque no volvió a hablarme hasta que puse su pedido frente a él.

- No vas a preguntarme mi nombre ¿Verdad? – Volvió a preguntar.

- Esto no es un Starbucks señor – Dije mientras tecleaba en la registradora – son  5 dólares por favor – Él rebusco en su bolsillo y me tendió un billete de 10 sin decir nada, no podía creer lo incomoda que  me sentía, necesitaba que se fuera, así que me apresure a buscar cambio en la registradora, - ¿Cómo te llamas? – Preguntó el chico de ojos grises.

Analice su pregunta unos segundos debatiendo si responder o no, decidí decírselo, de igual manera yo debía estar usando un gafete rosa que decía “Hola, me llamo Eyre, déjame atenderte”, no valía la pena ocultarlo, quizá volviera más tarde y lo averiguara por alguno de los meseros.

- Me llamo Eyre – Dije sin mirarlo.

- ¿Eyre?, ¿Cómo la novela?

No supe si sorprenderme porque conocía la novela o molestarme por cuestionarme sobre mi propio nombre – Sí, como la novela, mi madre es una gran admiradora de ese libro.

- Vaya, ¿Y por qué no llamarte Jane en su lugar? – Preguntó curioso, honestamente recibía esa pregunta muy seguido pero oírla de él me molestaba ¿Qué le importaba?

- No lo sé, supongo que Eyre es más original – Dije de forma casual, esperando que se fuera le di su cambio y limpie un poco aparentando estar muy ocupada.

- Lo es, y además es un nombre bonito, Eyre – dijo más bien para sí mismo – Una decisión acertada en toda regla, tu madre es muy astuta, bien Eyre, debo irme, nos vemos por ahí. – ¡Gracias a Dios!, apenas salió de la cafetería y deje salir un suspiro de alivio, ni siquiera sabía que estaba conteniendo el aire.

Regrese a terminar los pastelillos y en eso llego Meghan ¡Vaya momento para aparecer!, después de que hice el ridículo ante un extraño y fui sutilmente acosada.

- ¿Viste el pedazo de monumento a la belleza masculina que acaba de salir de aquí? – Preguntó Meghan apenas me localizo.

- Vaya, no, para nada, todos los empleados decidieron ser puntuales hoy y ni siquiera tuve que sacar mi cabeza de la cocina – Respondí mientras le lanzaba un mandil.

- No tienes que ser Grosera Ey, lamento llegar tarde – dijo mientras hacia un puchero – el  estúpido gato de mi hermana quedo atrapado en un árbol y tuve que subir por él, además pudiste atender a ese bombón de ojos grises…por cierto, ¿Cómo se llama? – Pregunto mirándome de reojo mientras untaba betún de chocolate en los pastelillos.

- ¿Por qué lo sabría?, en mi vida lo he visto

- Espera ¿Qué? ¿Estás loca?,  es decir, lo viste ¿Verdad?, yo hubiera hecho mi mejor esfuerzo hasta por sacarle su dirección para ir a acosarlo mientras se ducha, ¿Cómo que no le preguntaste su nombre?

- Pues no Meg, no tengo tiempo de acosar a los clientes, si vuelve pregúntaselo tú.

- Pues lo haré, solo espero que vuelva – Dijo mirando nostálgicamente la puerta, Meg era una chica muy agradable, su único defecto es el hecho de que se enamora cada semana y se dedica a acosar chicos guapos con la esperanza de encontrar al amor de su vida de ese modo, según ella tenía que asegurarse de dejarle buenos genes a su descendencia ya que ella no se consideraba atractiva con su metro sesenta de estatura, su delgada complexión y su color de piel “paliducho”, siempre he pensado en ella como una de esas muñecas de porcelana que tenía mi abu en su sala de estar pero ella se veía a sí misma más bien como un vampiro desnutrido.

- Hola bellezas, huele muy bien, apuesto a que Eyre está haciendo sus famosos pastelillos de doble chocolate y avellana, Dime que sí Ey por favor. – Dice la señora Jones apenas llega, cuando empecé a trabajar en la cocina mis pastelillos se hicieron famosos, tenemos clientes que vienen exclusivamente por ellos.

-Hola señora Jones, sí, están recién en el horno, esta vez tienen  extra de avellana por ser mi último día.

- ¡Oh cariño! Te echare mucho de menos, pero vendrás a visitarnos ¿Cierto? Y promete que dormirás mejor, te ves demacrada – Dijo afligida, vaya, alguien noto mi mal aspecto pese a todo el maquillaje que me puse esta mañana.


- Sí, lo prometo, es solo, el estrés, ya sabe, estoy bien no se preocupe – Aparte el tema de mi preguntándole por nuevos empleados o planes de contratar y así la mañana y parte de la tarde transcurrió como cualquier otra, casi olvido el incidente con el cliente de la mañana de no ser porque Meg saco el tema del chico de ojos grises durante la comida, por suerte para mí, era mi último día y al volver a la universidad difícilmente me toparía con ese sujeto nuevamente, o al menos me gustaba aferrarme a esa esperanza.


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