Me desperté
esa mañana con el cantar de los pájaros fuera de mi ventana, un sentimiento
extraño recorrió mi cuerpo, no fue un sentimiento de alerta, fue más bien un sentimiento
de reconocimiento, algo dentro de mí se removió y se negaba a dejarme en paz
pero no lograba descifrar de que se trataba.
Doy vueltas
en la cama tratando de reunir fuerza suficiente para levantarme y afrontar mi
último día de trabajo, pese a que amaba trabajar en la cafetería de la Señora Jones
durante las vacaciones, simplemente no podía conjugar el trabajo con la
universidad, y menos ahora que estoy por graduarme y necesito averiguar qué
haré con mi vida porque aceptémoslo, no soy una chica de excelencia académica,
difícilmente he sacado adelante algunas materias y ¿ahora necesito sacar
adelante mi vida?, ¿De verdad? Pareciera ser una broma.
- ¡Eyre!
Mueve tu flojo trasero de la cama ahora o vas a llegar tarde – grito mi
compañera de departamento desde la cocina, Katlyn era tan solo 2 años mayor que
yo pero creía que debía cuidar de mí, lo agradezco, de verdad, solo me gustaría
que no fuera tan gritona, sobre todo porque nunca he llegado tarde a ningún
lado.
No me
molesto en contestar. Me dirijo a la ducha y casi me voy de espaldas al ver mi
reflejo, nunca he sido demasiado bonita pero hoy definitivamente no es mi mejor
día, mi piel se ve pálida, casi amarilla y tengo unas ojeras tan enormes que
parezco un mapache, hago un repaso mental de la noche anterior; llegue a casa a
las 10 pm, vi una de esas tontas películas de vampiros enamorados que Katlyn
ama y entonces subí a mi habitación a contarle mi día a mi mamá por teléfono,
no pude haberme dormido tan tarde ¿A qué se debía el monstruo en mi espejo
entonces?.
Me deshice
de mi pijama y me metí a la ducha, el agua estaba inusualmente helada
considerando que el clima era cálido usualmente por las mañanas, tome una
botella de shampoo del estante y comencé a lavar mi cabello, el olor a trigo y
miel de la pequeña botella dorada inundo mis fosas nasales y me hizo recordar
cuando mamá me metía a la ducha luego de jugar todo el día en el bosque, me
pongo nostálgica recordando mi infancia, recuerdo las galletas de avena y
manzana de la abuela Georgia, recuerdo a Sean mi mejor amigo del colegio y
recuerdo aquellas tardes recolectando flores en el bosque para plantarlas en el
jardín de mi abu, siento una agitación dentro de mí, se siente incómodo y de
pronto quiero llorar, -Maldito síndrome premenstrual- Me digo a mi misma
mientras me abofeteo internamente y termino mi ducha, recomponiéndome en el
proceso.
***
30 minutos
más tarde me encuentro en la cafetería, soy siempre la encargada de abrir por
lo que estoy sola hasta que los demás se dignen en aparecer, me pregunto quién
abrirá ahora que no este, la señora Jones es muy vieja para levantar la pesada
cortina de metal, supongo que contratará más personal para mantener a flote la
cafetería.
Pongo un
poco de café y preparó la masa de los pastelillos mientras tarareo la canción
“Yellow” de Coldplay, cuando escucho la campanilla de la puerta sonar doy por
hecho que llego Meghan y subo el volumen a la canción, sé que le encanta y
tratando de animar este día me pongo a cantar a todo pulmón, - your
skiiiin oh yeah your skin and bones, turn iiinto in something beautiful… ¡Vamos
canta conmigo! – grito mientras pongo la charola de los pastelillos en el
horno.
- Lo
siento, no me sé esa canción ¿Por qué no pruebas con otra? – Dice una voz
masculina desde el mostrador de la cafetería, pauso rápidamente la música y
trato de mantener la compostura aunque no tengo idea de cómo darle la cara al
pobre cliente que tuvo que escucharme cantar tan desafinada, seguro debe estar
considerando llamar al manicomio y preguntar si se escapó una paciente.
Haciendo mi mayor esfuerzo por parecer formal e imperturbable me dirijo al
mostrador.
-Lo lamento
mucho por eso, creí que era mi compañera quien llegaba, nunca hay clientes tan
temprano, ¿Qué puedo ofrecerle? – Digo mientras doy vuelta y observo al chico
cuyos oídos torture, se ve más o menos de mi edad, alto, se ve delgado pero
definitivamente se nota que dedica tiempo a ejercitarse, ojos tan grises como
el plomo o como el cielo antes de llover y un sedoso cabello castaño oscuro que
me hace odiarlo por tener mejor cabello que yo, me encuentro analizando sus
rasgos más sobresalientes cuando su voz me saca de mi transe…
- Ya me
ofreciste un dueto musical, estoy preguntándome que otra clase de servicios
ofrece una chica como tú – Dijo con una sonrisa burlona dándome a entender otra
cosa, un chico con su apariencia solo podría ser un problema y eso lo acababa
de dejar en claro, no dispuesta a seguirle el juego le pase una copia del menú,
- Tenemos todo excepto pastelillos de chocolate, le recomiendo las galletas de
almendra – el tipo ni siquiera se preocupó por aparentar que leía el menú y no
me quitaba los ojos de encima, poniéndome cada vez más incómoda.
- Galletas
de almendra quiero entonces, y quiero un frappe, el que más te guste – dijo
luego de unos tortuosos segundos, le di un asentimiento y volví a la cocina a
prepararle su pedido, por unos segundos considere escupirle a su frappe pero no
podría vivir con ese cargo de conciencia.
- ¿No vas a
preguntarme mi nombre? – Grito a través del ruido de la licuadora, ¿Qué le
sucedía a este tipo? aumente la velocidad de la licuadora y fingí no
escucharlo, funciono porque no volvió a hablarme hasta que puse su pedido
frente a él.
- No vas a
preguntarme mi nombre ¿Verdad? – Volvió a preguntar.
- Esto no
es un Starbucks señor – Dije mientras tecleaba en la registradora – son 5 dólares por favor – Él rebusco en su
bolsillo y me tendió un billete de 10 sin decir nada, no podía creer lo
incomoda que me sentía, necesitaba que
se fuera, así que me apresure a buscar cambio en la registradora, - ¿Cómo te
llamas? – Preguntó el chico de ojos grises.
Analice su
pregunta unos segundos debatiendo si responder o no, decidí decírselo, de igual
manera yo debía estar usando un gafete rosa que decía “Hola, me llamo Eyre, déjame atenderte”, no valía la pena
ocultarlo, quizá volviera más tarde y lo averiguara por alguno de los meseros.
- Me llamo
Eyre – Dije sin mirarlo.
- ¿Eyre?,
¿Cómo la novela?
No supe si
sorprenderme porque conocía la novela o molestarme por cuestionarme sobre mi
propio nombre – Sí, como la novela, mi madre es una gran admiradora de ese
libro.
- Vaya, ¿Y
por qué no llamarte Jane en su lugar? – Preguntó curioso, honestamente recibía
esa pregunta muy seguido pero oírla de él me molestaba ¿Qué le importaba?
- No lo sé,
supongo que Eyre es más original – Dije de forma casual, esperando que se fuera
le di su cambio y limpie un poco aparentando estar muy ocupada.
- Lo es, y
además es un nombre bonito, Eyre – dijo más bien para sí mismo – Una decisión
acertada en toda regla, tu madre es muy astuta, bien Eyre, debo irme, nos vemos
por ahí. – ¡Gracias a Dios!, apenas salió de la cafetería y deje salir un
suspiro de alivio, ni siquiera sabía que estaba conteniendo el aire.
Regrese a
terminar los pastelillos y en eso llego Meghan ¡Vaya momento para aparecer!,
después de que hice el ridículo ante un extraño y fui sutilmente acosada.
- ¿Viste el
pedazo de monumento a la belleza masculina que acaba de salir de aquí? –
Preguntó Meghan apenas me localizo.
- Vaya, no,
para nada, todos los empleados decidieron ser puntuales hoy y ni siquiera tuve
que sacar mi cabeza de la cocina – Respondí mientras le lanzaba un mandil.
- No tienes
que ser Grosera Ey, lamento llegar tarde – dijo mientras hacia un puchero – el estúpido gato de mi hermana quedo atrapado en
un árbol y tuve que subir por él, además pudiste atender a ese bombón de ojos
grises…por cierto, ¿Cómo se llama? – Pregunto mirándome de reojo mientras
untaba betún de chocolate en los pastelillos.
- ¿Por qué
lo sabría?, en mi vida lo he visto
- Espera
¿Qué? ¿Estás loca?, es decir, lo viste
¿Verdad?, yo hubiera hecho mi mejor esfuerzo hasta por sacarle su dirección
para ir a acosarlo mientras se ducha, ¿Cómo que no le preguntaste su nombre?
- Pues no
Meg, no tengo tiempo de acosar a los clientes, si vuelve pregúntaselo tú.
- Pues lo
haré, solo espero que vuelva – Dijo mirando nostálgicamente la puerta, Meg era
una chica muy agradable, su único defecto es el hecho de que se enamora cada
semana y se dedica a acosar chicos guapos con la esperanza de encontrar al amor
de su vida de ese modo, según ella tenía que asegurarse de dejarle buenos genes
a su descendencia ya que ella no se consideraba atractiva con su metro sesenta
de estatura, su delgada complexión y su color de piel “paliducho”, siempre he
pensado en ella como una de esas muñecas de porcelana que tenía mi abu en su sala
de estar pero ella se veía a sí misma más bien como un vampiro desnutrido.
- Hola
bellezas, huele muy bien, apuesto a que Eyre está haciendo sus famosos
pastelillos de doble chocolate y avellana, Dime que sí Ey por favor. – Dice la
señora Jones apenas llega, cuando empecé a trabajar en la cocina mis
pastelillos se hicieron famosos, tenemos clientes que vienen exclusivamente por
ellos.
-Hola
señora Jones, sí, están recién en el horno, esta vez tienen extra de avellana por ser mi último día.
- ¡Oh
cariño! Te echare mucho de menos, pero vendrás a visitarnos ¿Cierto? Y promete
que dormirás mejor, te ves demacrada – Dijo afligida, vaya, alguien noto mi mal
aspecto pese a todo el maquillaje que me puse esta mañana.
- Sí, lo
prometo, es solo, el estrés, ya sabe, estoy bien no se preocupe – Aparte el
tema de mi preguntándole por nuevos empleados o planes de contratar y así la
mañana y parte de la tarde transcurrió como cualquier otra, casi olvido el
incidente con el cliente de la mañana de no ser porque Meg saco el tema del
chico de ojos grises durante la comida, por suerte para mí, era mi último día y
al volver a la universidad difícilmente me toparía con ese sujeto nuevamente, o
al menos me gustaba aferrarme a esa esperanza.
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